textos errantes

blog, gabinete, cajón de costura de Tamara Díaz Bringas con escritos y conversaciones de aquí y de aquí

Caminos del agua

Escrito en el agua. Un texto que aparece y se disuelve en el momento mismo en que empiezo a imaginarlo. O que vuelve cada vez con distinta forma. Líneas que se escriben en el intervalo, en esa distancia entre dos momentos o entre dos puntos. Entre el trabajo y el trabajo. En los gustosos tiempos de escucha mientras me desplazo de la casa al museo, o mientras nado.

Escritura mientras nada. Escuchas en el intervalo. Isa me invita a escribir un texto para la publicación de Nudo Nido y elijo abordarlo desde la escucha, una noción o más bien una pregunta que acompañó durante todo un año al grupo de investigación en comisariado “conversación abierta” en el que, por dicha, nos conocimos. La escucha es también una experiencia clave en la propuesta curatorial que ella y Claudia han tejido y cuidado durante meses. Me dispongo entonces a ensayar y transcribir prácticas de escucha que tienen lugar en los intervalos y están vinculadas de distinto modo con el agua.   

“Thinking with Water”, como se titula una conversación de Astrida Neimanis con Sonia Fernández Pan, en un capítulo de la serie de podcasts “Corona Under the Ocean” que no me pierdo. Es curioso, cada vez que oigo la voz masculina que narra esos podcasts es a Sonia a quien escucho, como si el tono y el timbre de su voz estuviesen pegados a su escritura, al acento y al ritmo de una conversación hecha texto. En ese capítulo hablan del agua como un archivo en el que la memoria es tan importante como el olvido. Dicen que el agua nos enseña que a veces necesitamos disolver cosas, dejarlas ir. Y al oírlas pensaba en mi relación con aquel mar que me ayudó a deshacer las horas más duras del duelo. O en las aguas reparadoras del río que nos alivió del confinamiento en mitad de la pandemia.

Sigo escuchando a Neimanis y me siento concernida por su propuesta de un “hidrofeminismo” que quiere pensar con el agua, aprender del agua. Una práctica de reciprocidad que busca escuchar los deseos del agua, prestar atención a sus modos de actuar, de moverse, de conectar. Para Astrida, el hidrofeminismo no sería una idea abstracta sino algo fundado en todas las aguas que ve y siente, un feminismo encarnado y sensorial.

Aprender con el agua. Con las olas, por ejemplo, que tienen en mí un efecto especialmente cautivante y reparador. Las olas que siempre llegan juntas a la orilla. Las que nos enseñan una temporalidad que tiene que ver con ciclos más que con linealidad o progreso. Tal vez no sea por azar que la historia del feminismo se cuente en “olas” y que a propósito de las migraciones se hable de “oleadas”. Quizás hay algo de la diáspora forzosa del Atlántico negro y la historia colonial que retorna con cada experiencia migrante.   

Creo que no había pensado en esto cuando dibujé olas hace unos días, en el contexto de un taller en el que nos pidieron trazar y bailar un mapa de nuestras vidas. Mi mapa eran ondas de distinta forma y tamaño, de variable fuerza y dirección, olas discontinuas que forman parte de una misma corriente. Lo dibujé pensando en mis sucesivos desplazamientos, desde un central azucarero y otros pueblos de Matanzas (Jaime López, Jagüey, Jovellanos), a una ciudad portuaria (La Habana), del puerto a un valle (San José de Costa Rica), del valle a un puerto (Barcelona) y luego a una ciudad con ría (Pontevedra), y de la costa a la meseta (Madrid).     

El mar intermitente. La memoria de isla, lo menos tierra de la Tierra. Mi sobrina Aurora llegó hace poco desde La Habana y cuando mira hacia el final de algunas calles tiene la sensación de que allá al fondo está el mar. Bromeamos con la idea de que la miopía le ha regalado nada menos que un mar en Madrid. Por mi parte, estoy convencida de que mi relación con la ciudad cambió con el agua, cuando abrieron una piscina pública cerca de casa y cuando poco después comenzamos a cuidar colectivamente un jardín en el museo y a interesarnos por el riego, los usos, las fuentes, los viajes del agua. Creo que la piscina y el jardín son mis lugares más frecuentes de intervalo.   

“Madrid significa ‘tierra rica en agua’, pero casi nadie lo sabe”. Así inicia la exposición Madrid acuosa que visitamos hace unos días con un grupo de amigas. La muestra investiga la cambiante relación de la ciudad con los recursos hídricos que la han sostenido, así como la tensión entre los modelos de crecimiento urbano y la gestión del agua. Durante el recorrido, al tiempo que veíamos documentación sobre esa ciudad acuosa, pensaba en la problemática cuestión de la escala y en nuestro propio trabajo. Observando la cartografía de Madrid con una red de arroyos desaparecidos (“donde hay ciudad no hay arroyos”, decía un texto), me preguntaba si lo que hacemos trabaja para la escala torrencial de los canales y grandes infraestructuras, o si tendría más bien algo de la fragilidad e intermitencia —y de lo subterráneo— de arroyos y viajes de agua. 

Aprender con el agua, con la experiencia sensorial que me produce nadar. Atender a la resistencia o al empuje del agua, al modo en que puede asistir o resistir un movimiento. Constatar que el esfuerzo es proporcional al propio cuerpo y a su peso. Cuidar los tiempos de la respiración, sin forzar el ritmo, como a menudo hago al caminar. Encontrar placer en la lentitud. Eludir la calle rápida, la competencia. Notar las diversas maneras de nadar, de relacionarnos, celebrar que chapoteamos. Comprender que somos parte de un entorno y que nuestras acciones afectan y son afectadas por éste, como enseñan las ondas y burbujas de nuestro rastro en el agua. Escuchar la memoria del cuerpo, seguir un movimiento que me resulta intuitivo, aunque no recuerde haberlo aprendido, o tal vez lo aprendimos de otras especies. Prestar atención. Agradecer al agua, al mar, a Yemayá. Recordar mi primer y último gesto en la inmersión: agradecer.

[Tamara Díaz Bringas, «Caminos del agua», en Nudo, Nido, publicación de la muestra comisariada por Isabella Lenzi y Claudia Rodríguez-Ponga, Sala de Arte Joven de la Comunidad de Madrid, 2021, pp. 26-29]

Un comentario el “Caminos del agua

  1. Pablo RIaño San Marful
    octubre 6, 2021

    Qué lindo escribes. Aquí, yo, desde la distancia, también intermitente.

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Esta entrada fue publicada en May 23, 2021 por y etiquetada con , , .

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